sábado, 27 de junio de 2015

LO QUE NO EXISTE



Habíamos decidido que ese era nuestro lugar en el mundo, el lugar que nos parecía más adecuado para instalarnos y vivir una vida pacífica.

Descubrimos San José casi por casualidad (bueno, lo descubrí yo y a Patricio le gustó) cuando los problemas parecían acecharnos y nosotros, imperturbables continuábamos como si nada, viviendo una vida que nos parecía fácil. Éramos jóvenes y creíamos que nada podía pasarnos.

Primero fueron unos golpes tenues en el techo, luego un llanto triste que parecía infinito y que por momentos parecía nombrar a alguien como pidiéndole por favor algún tipo de compasión.

Patricio no escuchaba nada y me decía que estaba cansada, que hablara con mi médico etc. Por esto y porque ya no soportábamos más tantas peleas por esos ruidos que no nos dejaban vivir, decidimos alquilar nuestra casa y probar suerte allí, en San José, donde estaríamos cerca del río y la gente pueblerina nos recibiría de la mejor manera .

El tiempo pasó, el río fue mi testigo en los momentos oscuros en los que los ruidos me hacían huir de esa otra casa hacia la playa y escapar también de Patricio (que ya había huido de mí sin irse). 

Ahora ando de un lugar a otro, sin casa, sin ruidos y sin llantos eternos ¿Patricio? No lo sé, cada vez que vuelvo a buscarlo me dicen que no lo conocen; mis vecinos me dicen que no existe, que nunca lo vieron y me dan algunas pastillas. Si lo ven, avísenle que alguien tomó nuestra casa del río y que lo único que hace es llorar. Quizá hayan vuelto los ruidos.