sábado, 30 de agosto de 2014

Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca...Cap. 7. Rayuela.


Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.


Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos, donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.



miércoles, 27 de agosto de 2014

Rayuela, capitulo 93

Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos, no te quiero porque la sangre me llame a quererte, te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpo, de tu risa, hay horas que me atormenta que me ames, me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado … no me mires con esos ojos, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños... Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen. Como si pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque la aman, yo creo que es al vesre. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos....


Julio Cortazar


domingo, 24 de agosto de 2014

Rayuela. #JulioCortázar Cap 21. Frag.

Cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantándose solapados a la cosa en sí, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grandes los ojos, la verdadera cara se borra poco a poco como en las viejas fotos y Jano es de golpe cualquiera de nosotros. Todo esto se lo voy diciendo a Crevel pero es con la Maga que hablo, ahora que estamos tan lejos. Y no le hablo con las palabras que sólo han servido para no entendernos, ahora que ya es tarde empiezo a elegir otras, las de ella, las envueltas en eso que ella comprende y que no tiene nombre, auras y tensiones que crispan el aire entre dos cuerpos y llenan de polvo de oro una habitación o un verso. ¿Pero no hemos vivido así todo el tiempo, lacerándonos dulcemente?
No, no hemos vivido así, ella hubiera querido pero una vez más yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir que me entregaba a una vida profunda de la que sólo tocaba el agua terrible con la punta de pie. Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impuso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí, enterrado en perjuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que juzga sin saberlo. Ah, déjame entrar, déjame ver algún día como ven tus ojos.

martes, 12 de agosto de 2014

¿Dónde?


¿Me extravié en la fiebre?/¿Detrás de las sonrisas?
¿Entre los alfileres?/¿En la duda?
¿En el rezo?/¿En medio de la herrumbre?
¿Asomado a la angustia/al engaño,
a lo verde?...No estaba junto al llanto,
junto a lo despiadado,/por encima del asco,
adherido a la ausencia/mezclado a la ceniza,
al horror/al delirio.
No estaba con mi sombra/no estaba con mis gestos,
más allá de las normas/más allá del misterio,
en el fondo del sueño/del eco,
del olvido./No estaba.
¡Estoy seguro!/No estaba.




Oliverio Girondo


miércoles, 6 de agosto de 2014

Tu más Profunda Piel Julio Cortázar


  

Cada memoria enamorada guarda sus magdalenas y la mía -sábelo, allí donde estés- es el perfume del tabaco rubio que me devuelve a tu espigada noche, a la ráfaga de tu más profunda piel. No el tabaco que se aspira, el humo que tapiza las gargantas, sino esa vaga equívoca fragancia que deja la pipa, en los dedos y que en algún momento, en algún gesto inadvertido, asciende con su látigo de delicia para encabritar tu recuerdo, la sombra de tu espalda contra el blanco velamen de las sábanas.

No me mires desde la ausencia con esa gravedad un poco infantil que hacia de tu rostro una máscara de joven faraón nubio. Creo que siempre estuvo entendido que sólo nos daríamos el placer y las fiestas livianas del alcohol y las calles vacías de la medianoche. De ti tengo más que eso, pero en el recuerdo me vuelves desnuda y volcada, nuestro planeta más preciso fue esa cama donde lentas, imperiosas geografías iban naciendo de nuestros viajes, de tanto desembarco amable o resistido de embajadas con cestos de frutas o agazapados flecheros, y cada pozo, cada río, cada colina y cada llano los hallamos en noches extenuantes, entre oscuros parlamentos de aliados o enemigos. ¡Oh viajera de ti misma, máquina de olvido! Y entonces me paso la mano por la cara con un gesto distraído y el perfume del tabaco en mis dedos te trae otra vez para arrancarme a este presente acostumbrado, te proyecta antílope en la pantalla de ese lecho donde vivimos las interminables rutas de un efímero encuentro.


Yo aprendía contigo lenguajes paralelos: el de esa geometría de tu cuerpo que me llenaba la boca y las manos de teoremas temblorosos, el de tu hablar diferente, tu lengua insular que tantas veces me confundía. Con el perfume del tabaco vuelve ahora un recuerdo preciso que lo abarca todo en un instante que es como un vórtice, sé que dijiste " Me da pena, y yo no comprendí porque nada creía que pudiera apenarte en esa maraña de caricias que nos volvía ovillo blanco y negro, lenta danza en que el uno pesaba sobre el otro para luego dejarse invadir por la presión liviana de unos muslos, de unos brazos, rotando blandamente y desligándose hasta otra vez ovillarse y repetir las caída desde lo alto o lo hondo, jinete o potro arquero o gacela, hipogrifos afrontados, delfines en mitad del salto. Entonces aprendí que la pena en tu boca era otro nombre del pudor y la vergüenza, y que no te decidías a mi nueva sed que ya tanto habías saciado, que me rechazabas suplicando con esa manera de esconder los ojos, de apoyar el mentón en la garganta para no dejarme en la boca más que el negro nido de tu pelo.

Dijiste "Me da pena, sabes", y volcada de espaldas me miraste con ojos y senos, con labios que trazaban una flor de lentos pétalos. Tuve que doblarte los brazos, murmurar un último deseo con el correr de las manos por las más dulces colinas, sintiendo como poco a poco cedías y te echabas de lado hasta rendir el sedoso muro de tu espalda donde un menudo omóplato tenía algo de ala de ángel mancillado. Te daba pena, y de esa pena iba a nacer el perfume que ahora me devuelve a tu vergüenza antes de que otro acorde, el último, nos alzara en una misma estremecida réplica. Sé que cerré los ojos, que lamí la sal de tu piel, que descendí volcándote hasta sentir tus riñones como el estrechamiento de la jarra donde se apoyan las manos con el ritmo de la ofrenda; en algún momento llegué a perderme en el pasaje hurtado y prieto que se llegaba al goce de mis labios mientras desde tan allá, desde tu país de arriba y lejos, murmuraba tu pena una última defensa abandonada.

Con el perfume del tabaco rubio en los dedos asciende otra vez el balbuceo, el temblor de ese oscuro encuentro, sé que una boca buscó la oculta boca estremecida, el labio único ciñéndose a su miedo, el ardiente contorno rosa y bronce que te libraba a mi más extremo viaje. Y como ocurre siempre, no sentí en ese delirio lo que ahora me trae el recuerdo desde un vago aroma de tabaco, pero esa musgosa fragancia, esa canela de sombra hizo su camino secreto a partir del olvido necesario e instantáneo, indecible juego de la carne oculta a la conciencia lo que mueve las más densas, implacables máquinas del fuego. No eras sabor ni olor, tu más escondido país se daba como imagen y contacto, y sólo hoy unos dedos casualmente manchados de tabaco me devuelven el instante en que me enderecé sobre ti para lentamente reclamar las llaves de pasaje, forzar el dulce trecho donde tu pena tejía las últimas defensas ahora que con la boca hundida en la almohada sollozabas una súplica de oscura aquiescencia, de derramado pelo. Más tarde comprendiste y no hubo pena, me cediste la ciudad de tu más profunda piel desde tanto horizonte diferente, después de fabulosas máquinas de sitio y parlamentos y batallas. En esta vaga vainilla de tabaco que hoy me mancha los dedos se despierta la noche en que tuviste tu primera, tu última pena. Cierro los ojos y aspiro en el pasado ese perfume de tu carne más secreta, quisiera no abrirlos a este ahora donde leo y fumo y todavía creo estar viviendo.

lunes, 4 de agosto de 2014

Hoy: recomendaciones negras

Para los que gustan de los policiales vertiginosos hoy quiero recomendarles dos textos de un mismo autor; Te sigo y Contra el rumbo de Marcos Pereyra.
Conocí a este autor gracias a Twitter por comentarios de periodistas que sigo. Fue difícil conseguir sus libros pero finalmente pude hacerlo y leerlos en una semana.
Como profesora de Literatura quizá pueda criticar algunos aspectos narrativos, pero solo como profesora ya que no escribo y no estoy en condiciones de criticar a nadie. Además esto no pretende ser un análisis literario sino una recomendación. Como lectora, puedo decir que son dos libros que nos dejan sin aliento, de aquellos que no pueden dejarse hasta que no nos queda otra que levantarnos de la silla y seguir con nuestra vida real. Y escribo "real" porque es inevitable meterse en la historia e involucrarnos en cada hecho como si fuéramos personajes de la trama.
Las historias tienen buenos procedimientos de verosimilitud: en Te sigo, el conflicto está relacionado con las redes sociales y sus peligros; la exposición de los adolescentes, los psicópatas que se encuentran detrás de un  @ y un padre que busca justicia y debe enfrentarse al poder. Él, Ignacio, hace lo indecible por su hija Carito desaparecida tras haber sido engañada por un seguidor de la red social Twitter.
Es una novela fuerte y que nos abre los ojos sobre todo a los que somos padres y además tenemos alumnos adolescentes.
Contra el rumbo tiene al periodismo como base para la denuncia. Su pacto de ficción con el lector se basa en que debemos tomarlo como eso, ficción, aunque sea difícil no relacionarlo con aspectos de nuestra sociedad: un periodista rebelde, desestructurado y que cree llevarse puesto al mundo recibe la noticia del suicidio de su padre, un respetado periodista con una trayectoria impecable. Drogas, trata de personas, impunidad, poder y Cecilia Iturriaga: una joven millonaria y exitosa periodista que es el nexo entre las dos novelas y que junto con el siniestro @kampeon69 tienen cuenta en Twitter para los que gusten "conocerlos".
Si quieren entretenerse con dos policiales negros, recomiendo estos dos textos bien escritos y que logran involucrarnos en la historia y ponernos sumamente nerviosos.

domingo, 3 de agosto de 2014

Ladrona de libros. Fragmento.


Quise decirle muchas cosas a la ladrona de libros, sobre la belleza y la crueldad, pero ¿qué podía contarle sobre todo eso que ella no supiera? Quise explicarle que no dejo de sobreestimar e infravalorar a la raza humana, que pocas veces me limito únicamente a valoraría. Quise preguntarle cómo un mismo hecho puede ser espléndido y terrible a la vez, y una misma palabra,dura y sublime. Sin embargo, no abrí la boca. Sólo conseguí hablar para confiarle a Liesel Meminger la única verdad que hago mía. Se lo dije a la ladrona de libros, y ahora te lo digo a ti.

ÚLTIMA NOTA DE LA NARRADORA (la muerte) :

Los humanos me acechan