domingo, 17 de mayo de 2015

Una suerte pequeña. Mi humilde opinión.


Es cierto que uno no vuelve a ser el mismo después de leer un libro y que es dificil decir hasta dónde pueden llegar las palabras.

Leí de Claudia Piñeiro sus policiales. Me gustaron. Me gusta más la agilidad de su trama que el hecho policial en sí mismo. Me gusta porque cumple con todas las reglas del policial que todo escritor de policiales debe saber. Me gustaron. No me encantaron. Claro, opino como lectora dejando mi título de lado porque no estoy en condiciones de juzgar la escritura de nadie.

Cuando salió Una suerte pequeña pensé en comprarlo porque su nombre me remitía a Guillermo Martínez, mi escritor favorito. No sé por qué pero me recordaba algún título suyo. Después me negué porque ya tengo bastante para leer. Me negué dos días aproximamente. Al tercero lo compré y no hubo arrepentimiento.

La novela trata un drama familiar muy profundo y sobre todo, cómo se rearma una mujer después de tan tremendo drama. La maternidad, la fatalidad, la soledad, el abandono, la identidad. Todo en una novela que duele, que conmueve, que emociona, que vuelve a doler.

Uno de sus personajes, Robert, dice que quizá nos identificamos con los personajes de la literatura porque algo tienen, "un gesto donde podemos ser ellos" (p. 179) y así pasa con Marilé: sus dolores más profundos tienen que ver con los nuestros.

Una de mis pequeñas suertes fue leer este libro y saber que toda mujer dañada puede rearmarse y que "Quizá la felicidad sea un instante donde estar, un momento cualquiera en el que las palabras sobran porque se necesitarían demasiadas para poder contarlo... La felicidad como una imagen para contemplar en silencio.