domingo, 21 de septiembre de 2014

Diarios de Adán y Eva. Mark Twain.

Domingo

Aún sigue allí. Descansando, al parecer. Pero no es más que un subterfugio: el domingo no es día de descanso, para eso se ha designado el sábado. Me parece que la criatura está más interesada en descansar que en ninguna otra cosa. A mí, me cansaría descansar tanto. Ya me cansa permanecer sentada observando el árbol. Me pregunto para qué sirve: nunca le veo hacer nada.

Anoche devolvieron la luna, ¡me puse tan contenta! Creo que es muy honesto por su parte. Luego volvió a resbalarse y a caer, pero ya no me inquieto: no hay necesidad de preocuparse con vecinos así, estoy segura de que la devolverán. Ojalá pudiera hacer algo para demostrarles mi aprecio. Me gustaría enviarles algunas estrellas, pues tenemos más de las que necesitamos. Quiero decir yo, no nosotros, pues veo que el reptil no se preocupa por esas cosas.


Tiene un gusto rastrero y no es amable. Al acercarme ayer, de anochecida, se había bajado del árbol y estaba tratando de atrapar a los pececitos veteados que juegan en el estanque, y tuve que tirarle tierra para hacerle subir de nuevo al árbol y que los dejara tranquilos. ¡Me pregunto si sirve para eso! ¿Es que no tiene corazón? ¿No siente ninguna compasión por esas pobres criaturas? ¿Acaso ha sido concebido y diseñado para tan innoble trabajo? Por su aspecto se diría que sí. Uno de los terrones que le tiré le dio detrás de la oreja y entonces usó el lenguaje. Sentí un escalofrío, pues era la primera vez que oía hablar, salvo cuando yo lo hacía. No entendí las palabras, pero parecían expresivas.

Cuando descubrí que podía hablar sentí un renovado interés por él, pues me encanta hablar, hablo todo el día, incluso en sueños, y soy muy interesante, pero si tuviera a otro a quien hablar sería doblemente interesante y jamás pararía, si así lo desease.

Si ese reptil es un hombre, no es una cosa. No sería gramaticalmente correcto llamarle cosa, ¿no? Creo que entonces habría que decir él. Eso es lo que creo. En tal caso se declinaría de este modo: nominativo él, dativo, a él, genitivo, de él. Bien, lo consideraré un hombre y lo llamaré él hasta que resulte ser otra cosa. Será más práctico que seguir con tantas incógnitas.